La dificultad en los videojuegos

La frustración, desde su interpretación más sencilla vista por la psicología, no es otra cosa que la sensación (generalmente relacionada con la ira) al momento en que nuestro deseo no es satisfecho. Podemos estar viviendo la pérdida de un ser querido, un juicio por separación, tolerando un trabajo que no da lugar a nuestro crecimiento, falta de oportunidades, dificultades para llegar a fin de mes. A la larga, la frustración y sus desafíos aparecen constantemente frente a nosotros como el recordatorio de nuestra humanidad. Tan frágil y caótica.

¿Pero qué pasa cuando los juegos se enfocan en desafiar nuestra frustración?

Algunos juegos son sencillos, otros ofrecen experiencias impactantes a nivel trama, otros son un viaje visual. Las variedades son muchas y suelen entrelazarse. Pero entre ellos se encuentra un diamante en bruto de la psicología: los juegos con alto grado de frustración.

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Dark Souls, Hotline Miami, Celeste, Super Meat Boy, entre otros títulos, proponen lo que para muchos es, simplemente, un reto casi imposible. Pero ahora vamos a hablar de qué es lo que pasa con nuestra psique cuando después de pasar horas luchando, el título nos premia por haber aprendido la mecánica y cómo impacta esto, no sólo en nuestro ánimo, sino de cómo se traspola esto a nuestra habilidad para tolerar las crisis y superarlas.

En primer lugar, para poder hablar de la frustración en tanto consecuencia al deseo no satisfecho, debemos hablar de duelo. En palabras de Sigmund Freud: “El duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc. […] Nunca se nos ocurre considerarlo un estado patológico ni remetirlo al médico para su tratamiento. Confiamos en que pasado cierto tiempo se lo superará, y juzgamos inoportuno y aun dañino perturbarlo.” (Sigmund Freud – Duelo y Melancolía, 1915).

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Con esto, entonces, podemos empezar a trazar la conclusión de que, a la larga, la frustración es casi un duelo temprano. ¿Sucede tan seguido, como en los juegos, que frente a esta situación decidimos abandonar? ¿Qué pasaría si frente a cada frustración de nuestra vida cotidiana pudiéramos “arrojar el joystick y apagar la consola”? Excepto en casos extremos, la mayoría de las veces esto no es posible y por lo menos seguiremos intentando hasta tanto lo consigamos o comprobemos que escapa nuestras posibilidades reales, luego de diversas estrategias.

Entonces viene aquí, en segundo lugar, un planteo, una hipótesis. Algo que ahonda en tierras para nosotros poco conocidas aún: ¿Podría ser posible que un juego frustrante pudiera, a la inversa de lo que sucede en nuestra vida cotidiana, proveernos de una herramienta más para aportar a nuestra perspectiva de superación de la frustración?

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Para responder esto hice algunas preguntas. Me encontré con muchas respuestas: algunas personas afirmaron que solían abandonar los juegos frustrantes. Sin embargo, aquellas personas que me comentaban que habían seguido intentando, dijeron que el resultado fue sumamente satisfactorio.

Yo mismo cotejé estas respuestas con mi experiencia personal y descubrí que me había pasado lo mismo: compré Celeste por sus críticas positivas, pese a que reconozco que el género de plataformas es uno de los que más desafía mis habilidades, y el empeño que puse en no abandonarlo me llevó a sentirme cada vez mejor con los paulatinos avances, e internamente me sentí capaz de probar con otros juegos más difíciles.

El mes pasado tuve la oportunidad de escuchar el testimonio de un muchacho que frente a la separación con su novia, tuvo la suerte de que le regalaran el Dark Souls. Comentaba que el juego casi lo estuvo acompañando durante todo su duelo. Y como cada obstáculo superado luego de tantos intentos, le resultaba casi una palmada en la espalda, como si una voz invisible le dijera “tu puedes”.

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Creo que a veces tenemos en los juegos más oportunidades y caminos de los que nos imaginamos. Quizá la responsabilidad yace un poco en la forma en la que los desarrolladores deciden tomarnos o soltarnos la mano a la hora de transitar este camino sinuoso. Quizá somos nosotros, que esperamos siempre de los juegos un momento de relax (¡Que no está mal!) y por eso nos cuesta tanto encarar los frustrantes desde la visión del aprendizaje y crecimiento personal. Quizá nuevamente somos víctimas de una sociedad que insiste en hacernos creer que los juegos sólo son cosa de los tiempos libres, de momentos pasajeros.

Pero ahora tenemos todas estas preguntas y muchos conocimientos para ir respondiéndolas. Por eso la próxima vez que juegues uno difícil, dale más de una oportunidad. No existe una garantía confirmada, pero estoy bastante seguro de que algo en ti va a empezar a cambiar.


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